Basándonos en el magnífico trabajo de investigación realizado por el padre Pascual Galindo Romeo podemos afirmar que la primera referencia histórica sobre la existencia de una iglesia en el término de Movera la encontramos en el año 1217 con una iglesia dedicada a San Pedro y que, muy probablemente, podríamos situar su emplazamiento en lo que hoy se conoce como Torre del Castillo.
Posteriormente, en documentos que detallan la relación de rentas de la diócesis y datados en la segunda mitad del siglo XIV, se cita, además de la de San Pedro, una iglesia más, ubicada en Siest (hoy el Lugarico de Cerdán).
Junto a estas iglesias, existen otros lugares de culto ubicados en las diferentes torres agrícolas propiedad del clero y de particulares y que como podremos ver en otros apartados serían la causa de la ruina económica de la parroquia y, como consecuencia de esta falta de recursos, de la ruina física y total deterioro de la Iglesia parroquial.
Con posterioridad encontramos documentos que citan a presbíteros a cargo de la parroquia y a la iglesia que regentan, sin especificar su ubicación geográfica, pero que dejan constancia clara de su existencia.
En un pleito de 1.575 entre Joan y Phelippa Agostín por una parte y de otra, Manuel de Sessé y Beatriz de Herrera, propietarios del Lugar de Siest (Lugarico de Cerdán), se cita a Mosén Pedro Aybar, vicario de la iglesia de Movera, quien testifica a favor de los primeros, propietarios de una torre próxima a la Iglesia y a los que se les impide el paso por el puente sobre la acequia de Urdán para poder acceder a la Iglesia a oír misa y recibir los sacramentos. A este puente se le conocía con el nombre de puente “de los muertos”.
En 1.689 es el presbítero Manuel Becas quien reclama por vía judicial a don Blas de Sessé, señor del Lugarico de Cerdán, el pago del diezmo que le corresponde.
En 1.772 es el propio Arzobispo Sáenz de Buruaga quien insta a las autoridades para que hagan cumplir los derechos de primicias inherentes a la parroquia y certifica el estado tan lamentable en que se encontraba la iglesia parroquial, indicando que se halla indecente, sin ornamentos y sin residencia para el rector. En el documento se hace referencia a que los monjes Jerónimos de Santa Engracia habían demolido dos casas que estaban contiguas a la iglesia, dejando al rector sin vivienda.